
La figura de Andy Roddick alcanzó dimensiones desconocidas desde el primer juego. Con su efectivo primer saque, el estadounidense comenzó a construir un gran partido. Una lucha contra su propia historia, la que dictaba que 18 de los 20 precedentes habían sido para Federer. El primer set cayó de su lado, y durante algunos instantes celebró como suya la segunda manga. Cuatro bolas de set en contra en el tie break hicieron despertar del letargo al suizo, que se desperezó lo suficiente como para igualar el partido.
Sin embargo, el servicio de Roddick seguía estando fuera de su alcance. Sólo en un nuevo desempate pudo anotarse el tercero. En el cuarto, perdió de vista a su oponente tras entregar su saque en el cuarto juego. Cuatro mangas y casi tres horas de juego, que emplazaron la resolución para el quinto y definitivo capítulo. Un cuerpo a cuerpo que se prolongó durante 95 minutos, donde Roger Federer llegó a la impresionante cifra de 50 saques directos. Pero estos argumentos no eran suficientes para ganar.
El desenlace llegó casi por sorpresa, tras 95 minutos de incesante fuego cruzado en el quinto set. Roddick golpeó con la caña de derecha, la pelota voló fuera del rectángulo y Federer saltó de alegría, ante el delirio del público. El momento de la coronación del más grande. A sus espaldas, 15 grandes y seis coronas sobre la hierba londinense que le devuelven a su añorado número uno del mundo. La leyenda continúa.
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